“La invasión silenciosa”, por Luis Pazos.
Revista La primera de la semana, Nº 3,
4 de abril de 2000, pp. 6-10 (fragmento).
“Llegaron para quedarse. Los extranjeros ilegales
que invaden en silencio
la
Argentina ya
son más de 2 millones. A diferencia de la inmigración
que soñaron Sarmiento y Alberdi, no vienen de las
capitales
de Europa. Llegaron de Bolivia, Perú, Paraguay.
[...]
Los ilegales viven en pensiones y hoteles
miserables de Constitución
y Once, en villas miserias y en las 10.000 casas
tomadas que hay
en Buenos Aires [...]. Para ellos, el infierno es
el paraíso [...].
A las 2 de la mañana comienzan a formar una fila
que a las 6 es un
río de hombres y mujeres de todas las edades. Es el
momento exacto
en que obtienen un turno para ser atendidos en hospitales
públicos
como el Piñero, el Argerich o la maternidad Sardá.
Después de ser
atendidos sin tener que pagar un peso muchos de
ellos vuelven a sus
casas en Buenos Aires [...].
En las caras aindiadas de los que continúan en la
cola no hay dolor,
ni pena ni enojo. Las que están enojadas son las
mamás argentinas.
A las 7 de la mañana, cuando comienza la atención a
los pacientes,
para muchas de ellas no hay turnos. Esta, sin
embargo, no es la queja
mayor. Todas coinciden en que ‘cuando venimos a
buscar leche para
nuestros hijos las bolivianas, que llegan muy
temprano, ya se llevaron
de dos a tres litros y nosotros tenemos que volver
al día siguiente’
[...].
Para un inmigrante de los países limítrofes, la
policía es el diablo.
La aparición de un patrullero en el Bajo Flores o
en el Abasto los hace
entrar en pánico. El motivo es
obvio: no tienen documentos.”
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